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31 diciembre 2022

Hora de la medicación

¿Te imaginas una sociedad en la que los sujetos estuvieran siempre anestesiados para soportar su propia existencia?

Supón que esas drogas, legales, las suministrara el Estado todas las mañanas en función del grado de dependencia o hastío del individuo en cuestión.

Ahora, hazte a la idea de que todo lo anterior es real y, si puedes, asúmelo.

 

Tú, como la mayoría, vives la vida a pelo, tal cual viene, con sus frustraciones, ansiedades y desengaños pero no todo el mundo lo hace así. Hay una parte muy numerosa de la sociedad que, incluso privada de libertad por la comisión de un delito y posterior dictamen de un juez, pasa los días narcotizada para no sentir el agónico paso de las horas ni el doliente peso de sus condenas. Yo desde hace unos días, soy una de ellas.

Para que os hagáis una idea, es algo así como cuando estas muy, pero que muy derrotado. Llegas a casa después del trabajo, abres una botella de vino y decides que esa noche te vas a relajar si o si. Bebes hasta que dejas de ser parte de tu propia vida, responsable de las consecuencias de tus decisiones y pasas a ocupar el indulgente papel de observador desde la alejada mirada de una tercera persona. El objetivo entre rejas es el mismo, solo que cuando lo haces en libertad no corre a cuenta dela administración.

Estar encerrado y rodeado de variados delincuentes, los malos que nadie quiere ver o cruzarse por la calle, ya te digo yo que ciertamente causa ansiedad pero ¿tiene algún sentido que te impongan una condena de privación de libertad y al mismo tiempo te proporcionen las drogas legales necesarias para no enterarte de lo que te está pasando? Desde el punto de vista de una servidora, ningún sentido aunque agradezco igualmente tan magnánima indulgencia.


                                                                                                        

19 septiembre 2022

Alegato por un ventilador de techo

Descripción del acusado: 
Un ventilador de techo blanco, de cinco aspas que cuelga en la sala de estar de la casa de  la  familia  Martínez.  Su  peculiaridad,  además  de  suministrar  aire  fresco,  es  la  de cambiar  la  atmosfera  del  lugar  que  ocupa  mediante  la  sinceridad.  Tiene  el  poder  dehacer  que  las  personas  situadas  bajo  el  aire  que  distribuye  expresen  lo  que realmente piensan.  Ahora  bien,  dependiendo  de  la  naturaleza  de  la  persona  en cuestión  que  se encuentre  bajo  el  influjo  del  aparato,  las  verdades  son  gentiles  y  su revelación  de consecuencias positivas o, en caso contrario, nefastas e irreparables.  
 
Alegato: 
Tome la palabra el representante de la defensa para su alegato final  – dijo el señor juez -. El abogado, contratado por Julia y su padre para defender su ventilador de techo, dio un paso al frente e hizo uso de la palabra:  
 
“Son muchas cosas las cosas que aquí se han dicho sobre el ventilador acusado. La  parte denunciante fundamenta su acusación sobre el hecho de que el aparato de la discordia se excede  en  su  función  natural,  mover  y  distribuir  el  aire  de  la  estancia  con  el  fin  de proporcionar  aire  más  fresco  a  la  familia,  durante  los  calurosos  días  de  verano.  No obstante, si bien es cierto que mi representado se afana más allá del movimiento para el que fue fabricado, y posteriormente adquirido, y en esto estoy en total acuerdo con la parte contraria, también lo es que su peculiar maña debe, como hacen la mitad de los integrantes de esta familia, considerarse una ventaja o incluso un privilegio. Además de,  no lo olviden, cumplir con su tarea.  
 
El  ventilador  del  que  hablamos,  que  no  se  encuentra  presente  por  estar  firmemente enclavado en el techo de la sala de la familia Martínez tiempo ha, tiene la capacidad de intervenir  en  pro  de  la  verdad,  logrando  que  las  personas  bajo  su  influjo  dejen  de expresarse con circunloquios, artimañas  y, en definitiva, de mentir a los demás  y a sí mismos.  
En suma, el acusado no solo refresca la sala sino que es capaz de cambiar el clima de los presentes, simplificando muy distintos tipos de situaciones, derivadas de la hipócrita  y enrevesada forma de proceder de los adultos.  
 
Por  tanto,  la  defensa  pide  la  completa  absolución  del  objeto  denunciado;  sea también denegada la petición de la acusación de desprenderlo del lugar donde se encuentra para que puedan  seguir  disfrutando,  todos  los  individuos  que  por  la  casa  de  la  familia Martínez transiten, del beneficio que supone actuar de forma sincera y coherente ya que,  quizas son los únicos que gozan de tal privigio.”

14 septiembre 2022

El ventilador entrometido


¡Vaya situación extraña la de esa tarde! Papá, estaba dispuesto a arrancar de un tirón el ventilador del techo del salón, con tal de dejar de escuchar las quejas de mamá; que si le daba miedo, que si era cosa del demonio, que nos traería muchos problemas, que si es una aberración de aparato…

¡Qué intransigente es siempre mi madre con todo! Las cosas tienen que ser exactamente como se espera que sean y punto. Nada ni nadie puede salirse de su cuadriculado esquema mental.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que observamos una atmósfera rara en la salita de estar y, desde luego, hasta hoy, nunca lo habíamos achacado al sencillo ventilador de techo. Lo primero que pensamos, el día que, estando reunidos con los vecinos en casa, uno de ellos cambió drásticamente su discurso, disparando verdades como puños a su esposa, sin filtro y sin parar, fue que al pobre se le había ido la cabeza, seguramente por estar sometido a demasiado estrés (pensamos). Era una tarde calurosa, los mayores tomaban café con el ventilador girando sobre sus cabezas a marchas forzadas mientras los niños, nos entreteníamos coloreando y haciendo las cosas que hacemos los niños cuando los mayores toman café. Ernesto, el vecino, abandonó durante la charla, y sin previo aviso ni motivación aparente, su habitual papel de calzonazos para decirle a Marta, su señora, todas aquellas cosas que jamás se había atrevido durante los quince años de matrimonio. Los presentes estupefactos (incluida una servidora que incluso dejé de hacer lo que estaba haciendo al notar el manifiesto cambio en el tono de voz). Todos sentimos enrarecerse de clima del salón. La vecina estaba lívida por la desfachatez y falta de compostura de su marido. La tarde terminó con la prematura marcha de nuestros invitados.

Como decía, no sé exactamente si esa fue la primera vez que ocurría algo así en esa estancia, pero ahora que hemos comprobado que es el ventilador el que altera los diálogos y la voluntad de los interlocutores, y echando la vista atrás, creo que el divorcio algunos meses después de Marta y Ernesto, podría ser en gran parte responsabilidad del electrodoméstico.


Papá comentó esta tarde, en pleno estallido dramático de mamá, que la imprevista declaración de amor de Juanma a mi hermana Eva, el pasado verano en esa misma sala, con todo lo torpe que es su ahora yerno - decía papá -, tuvo que ser también cosa del cambio de aire que proporciona el aparato y que, por tanto, no es tan malo.

Sin embargo, dejando a un lado la cantidad de situaciones en las que, sin saberlo nosotros, el impertinente dispositivo ha podido intervenir en nuestras vidas, lo más trascendental de todo esto lo resumiría en dos cosas. La primera, y más alucinante, es que tenemos en casa un ventilador mágico capaz de alterar la naturaleza de las personas, para bueno o para malo, pero siempre en favor de la verdad sin tapujos. Y segunda, he sido yo, una simple niña de once años la que, presenciando una discusión entre mis padres, por una nimiedad cotidiana, y tras volver a advertir un súbito cambio en el tono del diálogo de una conversación de mayores, he pensado que podía guardar relación con el ventilador y el hecho de que acabaran de subir su potencia. Así que, lo he desenchufado volviendo los dos en el acto a la normalidad. (Todo lo normales que pueden ser dos adultos que, después de mi hallazgo, se han pasado la tarde realizando experimentos encendiendo y apagando un aparato para confirmar que mi “ocurrencia” era acertada).


No deja de parecerme curiosa la manera en que la gente mayor vive sin percatarse de gran parte de las cosas que les rodea, ofuscados como están en controlarlo todo y dejar de hacerse preguntas. En fin, supongo que, a partir de ahora, en mi casa se valorará mucho si hace tanto calor como para arriesgarse a decir lo que se piensa.

 

 Relato extraído del libro 'Sueños enredados', publicado por la Editorial La Fragua del Trovador.

 https://www.lafraguadeltrovador.com/pagsecun/otraspublicaciones.htm

30 mayo 2022

Los setos también tienen flores


¿Te acuerdas cuando hacíamos collares con las flores blancas que recogíamos en el recreo? me preguntó cuando nos sentamos a hablar más de veinte años después de terminar el colegio.

¡Claro que me acuerdo! contesté eran florecitas pequeñas y con un hueco en el centro que aparecían en los setos como de un día para otro a finales de marzo o principios de abril, coincidiendo con el cambio de los malditos leotardos del uniforme a los insuficientemente largos calcetines verdes. Seguía haciendo frío por más largos que fuesen los días. Eran como el anuncio de que se acercaba el verano y faltaba poco para las vacaciones.

Sí, esas flores que por cierto, no es que tuvieran un agujero en el medio sino que era el resultado de arrancarlas, bonita me aleccionó Isa. Nos íbamos un viernes del colegio sin que existieran y el lunes al regresar habían llenado caprichosamente de blanco los insulsos setos. Como una recurrente sorpresa aunque el proceso se repitiera todos las primaveras. Pero claro, nosotras eramos niñas y la inocencia tiene eso, que te sorprende y te hace ser feliz con los más insignificantes acontecimientos.

Aún así ―seguí yo hay gente adulta que piensa y vive así. Es decir, solo buscan la belleza en los sitios comúnmente aceptados como hermosos y creen que entre lo oscuro, anodino o espinoso no hay nada significante que encontrar. Con las personas pasa lo mismo. Lo contrario que nosotras de pequeñas que descubríamos lo extraordinario entre los matorrales que delimitaban los patios del cole. ¡Bendita inocencia!

Incluso habiendo pasado dos décadas sin vernos, ahora con sendas copas de vino tinto delante, me sentí al tenerla frente a mi como en los años escolares. Con la misma complicidad y confianza de siempre que antes de hacernos mujeres adultas. ¡Cuán poderosas son las pequeñas flores que encontramos en las matas los primeros años de vida! ―pensé.

Una vez puestas al día sobre los temas más mundanos. Habíamos resumido media vida con la falta de importancia que da el paso del tiempo sobre acontecimientos que en su momento lo significaron todo. Así, supimos que ni ella había llegado a ser médico forense ni yo periodista aunque ambas teníamos un buen trabajo o al menos estable que nos permitía vivir de manera independiente. Ninguna teníamos pareja. Ambas habíamos tenido demasiados chascos amorosos y un día dejamos de darle importancia a ese aspecto de la vida. Sin embargo, coincidió que en los últimos meses, las dos nos habíamos vuelto a enamorar; sin ningún resultado pero con la misma ilusión.

Asimismo ocurre con el amor y solo he tardado cuarenta años en darme cuenta ―continuó Isa con su característico toque de ironía.

Con cada copa de vino la conversación fue haciéndose cada vez más profunda y a la vez más rara. De un tema saltábamos a otro y cada frase de la una o la otra daba pie a una nueva divagación que nos convertía por momentos en dos sabias filosofas o solo dos borrachas disfrutando en un bar, según quién juzgue la escena.

 

No puedo estar más de acuerdo contigo ―respondí― es decir, cuando eramos pequeñas nos atraía a todas él mismo chico, el guapo de la clase y no existía nadie más que pudiera eclipsar su atención. Sin embargo, al ir haciéndonos mayores nuestros gustos se fueron distanciando y cada una descubrió los suyos. Fuimos aprendiendo a percibir belleza y virtudes en personas que las demás no veían. Algo así como descubrir matices en los colores que otros ven planos. ―continué― Es lo mismo que ver solo un triste seto o, como hacíamos nosotras de niñas, recoger esas efímeras florecitas que enlazamos sobre la ramita flexible como hacemos con las pequeñas cualidades de las personas cuando nos enamoramos.



Bueno amiga, ¿qué pasó con el último seto de tu vida? ―me preguntó a bocajarro pero no sin anestesia. De anestesia íbamos bien servidas saboreando ya la tercera ronda de rojo suero de la verdad―.

Que no me creyó cuando le dije que amaba sus florecitas ―contesté―.

Con dos medias sonrisas y sin tener que dar más explicaciones, nuestros ojos se entendieron y entre el bullicio del bar se escuchó un sonoro ¡camarero otra ronda! Que dijimos al unísono ―carcajadas―.

01 abril 2022

EN LA HIGUERA


El 17 de Julio de 1936, la rebelión militar de Melilla, significó el comienzo de la Guerra Civil Española. Dos días después, en la que fue la última ciudad andaluza en rendirse a las tropas fascistas, las autoridades recibían la orden desde Madrid de repartir armas entre civiles y milicianos. Y, a pesar de que esa misma tarde la situación estaría  completamente controlada por los grupos republicanos, y que la insurrección golpista fracasaría en la capital almeriense, gracias a la falta de coordinación de las fuerzas conservadoras y la rápida reacción de las milicias populares; el profesor Don José  Giménez Hernández anunció al llegar a casa que se iban a vivir al pueblo esa misma noche.   

  Así, mientras Almería en los meses siguientes era objeto de la llegada masiva de refugiados que acrecentaban el problema no tanto de la escasez de alimentos que  flagelaba el país, sino de la circulación de dinero para poder adquirirlos, Don José acompañado de su familia, tomaba posesión como director en la escuela del pueblo que le vio nacer y que ahora sería su refugio. Al tratarse, desde el comienzo de la Segunda República, de una población capital de comarca y cabecera de partido judicial, era lugar  habitado por propietarios, letrados y jueces que como ocurría con los Giménez, era fácil adivinar con que bando simpatizaban, así no militaran abiertamente. La ostentación de unos se contraponía a la penuria de la mayoría de jornaleros y obreros de todas clases. Pero en el medio rural los recursos campesinos permitían ciertos márgenes de  subsistencia que, en tiempos de guerra, igualaban bastante la partida de supervivencia y el enemigo común no era tanto el hambre como cualquier vecino del bando contrario que entrara de noche a tu casa para causar una baja en las supuestas filas enemigas, estando las ejecuciones influenciadas o no, por motivos personales y venganzas entre vecinos.  

Conforme se iba reduciendo la zona republicana en España y progresaban los sublevados, la contienda se recrudeció y mientras las milicias detenían, desmantelaban  iglesias y atacaban todos aquellos núcleos de poder que estuvieran relacionados con la derrocada monarquía y los tradicionales grupos de derechas; los sublevados avanzaban también matando a sangre fría mientras sus bombas aliadas asolaban a la población.  

Un año después del traslado al pueblo, y tras ser la capital almeriense bombardeada por la armada alemana, Don José se encontraba marcado y perseguido, y se vio obligado a  desaparecer para evitar que lo ajusticiaran sin justicia alguna. La gran casa donde  vivían, que en otra época había albergado el cuartel de la Guardia Civil, le ofrecía  buenas oportunidades para esconderse, a saber: las solanas en la tercera planta entre  todo clase de trapos y cacharros; los pasillos interiores ocultos que comunicaban varias instancias de la casa o el inmenso huerto con que contaba la finca en la parte de atrás, que colindaba con la ribera del rio tan solo separado de éste por un muro de poco más de medio metro. Si bien al principio de su retiro escogió esas primeras zonas interiores de la casa, siendo su mujer o sus hijos los que le proveían de alimentos diariamente, conforme los asaltos e incursiones a las viviendas aumentaron, trasladó su escondite al huerto. 

En los primeros meses de su destierro aún se atrevía a entrar a la vivienda, agazapado en algunas horas menos peligrosas, solo de vez en cuando, para ver a su mujer y los niños pero en poco tiempo eso tampoco fue posible. Ser visto por cualquiera podía suponer la muerte en el acto, ya nadie sabía de quien se podía fiar, y la horrible muerte con cal viva de su cuñado era señal de advertencia más que suficiente del peligro que corría el  
pudiente director de la escuela de pueblo.  

El huerto estaba bien provisto de comestibles como para no pasar hambre en una larga temporada y, a pesar de que la guerra fue larga, ni Don José ni los demás proscritos que eventualmente saltaban el muro y lo utilizaban como escondite, tuvieron nunca necesidad alguna. La prudencia reinante del que huye le hacía al nuevo en llegar irse pronto ante el temor de que mucha gente en el mismo lugar los delatase. De entre todos  esos viajeros obligados y clandestinos, el que más tiempo se quedó en el huerto fue Antonio. José conocía bien al chico. Era el hijo de un jornalero honrado y trabajador del pueblo al que ir con compañías indeseables, a juzgar por el que empuñaba la pistola ese día, sentenció su destino. Así, su hijo, por consanguinidad en primer grado y diecisiete añitos, se vio en la necesidad de alcanzar la mayoría de edad con el bueno del maestro debajo de una higuera.  
 
Mientras España entera sufría los continuos bombardeos y llegaban cada vez más noticias de las derrotas de las fuerzas republicanas, José y Antonio pasaban los días de guerra en un vergel, aislados y ajenos a la actualidad y a los fusilamientos; entre árboles frutales y hortalizas que a escondidas se esmeraban en preservar.  
 
En Abril de 1939, cuando fantaseaban con la próxima cosecha de brevas en junio, el inusual alboroto de vecinos y vítores, así como la apertura del balcón de par en par que daba al huerto, después de más de dos años cerrado a cal y canto, los puso en tensión. Hasta que su mujer, Mercedes, no lo llamó a gritos anunciando el fin de la guerra no se atrevieron a moverse. Y así, desconcertados por tan inesperada noticia, salieron del huerto uno como vencedor y el otro como vencido, sin haberse enfrentado a mas lucha que a la competición de hacer acopio de la mayor cantidad de higos maduros zarandeando la higuera lo menos posible.  
 
Ya solo les quedaría por delante reconstruir lo devastado y aguantar cuarenta años de dictadura …

16 marzo 2022

EL CLIMAX FINAL

La muerte empezó anegándolos en el mismo instante  en que sus cuerpos, exhaustos y sudorosos, alcanzaban un intenso orgasmo.   


Fue la noche de San Juan y, buscando un poco de intimidad, Evgeny y Yana, se  escaparon a las proximidades del lago para dar rienda suelta a sus ardores. Era la  primera vez que llegaban tan lejos. También sería la última. 

Llevaban pocas semanas saliendo juntos, estudiaban en distintas facultades y, aunque ni  siquiera ellos auguraban un largo futuro a su relación, sus veintidós años apremiaban las ganas de poseerse el uno al otro. Así, aquella señalada velada en la que los jóvenes suelen reunirse en torno a una hoguera hasta el amanecer, ellos prefirieron tomar  prestado el coche del hermano de la chica y pasar a solas la noche más corta del año.  

Ya en las inmediaciones del lago Volograd, Yana aparcó el Smart y, tras unos tímidos besos y alguna nerviosa caricia, fueron al asiento trasero del coche. Ahí atrás, los gestos dejaron de ser cautos y, más guiados por las ganas que por el saber hacer, sus  movimientos empezaron a ser más que impetuosos.  

 

Tan enérgica era su danza, que ni cuenta se dieron cómo el coche se desplazaba al  compás de su sinfonía dirección al lago. Así, regodeándose en su propio placer, ajenos a  cualquier movimiento que no fuera suyo, y mientras su encuentro sexual se acercaba a  la culminación, el coche cayó dentro del lago.  

Del tiempo que tardó el agua mortal en anegar el vehículo nadie se atreve a dar cuenta  con fiabilidad. Si nos atenemos exclusivamente a los hechos objetivos, las autoridades  encontraron, en un coche sumergido y con prendas de ropa esparcida por doquier, a dos  jóvenes desnudos y abrazados en el asiento trasero, sin ningún tipo de señal de forcejeo.  

La prensa local, por su parte, tituló la noticia de la forma más llamativa posible: "Una pareja muere ahogada en el coche mientras practicaban sexo".


A los demás, que conocéis y habéis experimentado ese placer, os aliviará saber que la muerte los alcanzó en el preciso momento en el que el alma parece escaparse del cuerpo, las fuerzas te abandonan y yaces junto a otra persona sintiendo solo bienestar y placer en el clímax final.

27 febrero 2022

Publicación en Trabalibros


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